dijous, 13 de desembre del 2018





Maravilla, agua turbia.

Salgo de su casa con miedo
cansada,
si, cansada, de este miedo.

Colgada, viciada, sin mesura.

Ella,
maravilla,
agua turbia.

Más turbia que agua.

Seguro que será la última vez que la veré,
no me escribirá más,
no querrá más dormirse en mi.

Del otro lado de la puerta,
mi agua turbia,
favorita,
piensa lo mismo.

Yo maravilla,
agua turbia,
quizás más agua que turbia,
yo,
si yo,
más río negro, remolino, marea.

Me sublevo inundada,
llena de sus manos,
de su boca tormenta,
diluvio.

Somos maravilla, agua turbia,
mucha agua, muy turbia,
turbiedad movimiento,
vida, aleteo, profundidad.

Somos aquello que cubre, 
que tapa 
lo que molesta al fondo,
lo que levanta la arena y muerde lo cristalino.

Desequilibrio monstruo,
tu y yo entre cuerpo océano y días sin aparecer,
sin saber,
nada.

No te volveré a escribir.

Hasta el viernes.

dijous, 15 de novembre del 2018




Llevamos toda la vida haciendo lo mismo,

un siempre que no pesa,

aunque hoy,
te lo pido,
en la tempestad.

Atrápame en esa carretera negra,
ahi donde esté oscuro,
yo te lleno el maletero,
si me dejas,
siempre me dejas.

Y te digo, 
que no, 
no recuerdo la prima vez que te vi.


Porque? No sé, 
quizás no me tomo nada en serio desde el 2000.

Así que más nos vale,
seguir aquí,
porfavor,
como un favor,
de poligono en poligono,
pisa ese suelo,
ese también, vamos lejos,
porque nunca fuiste.

Te abrazo con la luz de los faros de tu coche en marcha,
humeamos,
te despido,
Conchi te abre el portón de hierro,
corre, corre, vuelve a casa.

Gracias por dejarme aquí
en mitad del todo,
lluvia entera,
luz de noche.

Hazme un audio luego.

diumenge, 12 d’agost del 2018



El verano siempre tan adolescente. 

El verano tan repetitivo.
Repite todo lo que no permiten el resto de las estaciones.

El verano divide,
olvida.

Como que no.

Nada importa,
nada es futuro, 
nada pesa, 
nada es grande, 
ni enorme, 

ni siquiera nada es constructivo.

Pareciera un ritual,
del que no nos cansamos ni un poco.

Como un recuerdo tenebroso y dulce a la vez.

No angustia la falta de estructuras,
la pobreza,
las diez mil horas gastadas en trabajos absurdos,
los viajes con cariño donde nos gastamos más de lo que tenemos en gasolina.

Los veranos repiten el tacto de cuerpos de compañeras nuevas pero antiguas,
de gente con la que jamás hablamos ni volveremos a hablar,

Los veranos,
sin estar en casa, 
aunque tampoco extrañándola.

Y sudo este verano,
sentada en lugares a los que no fui jamás.

Sudo este verano porque seguimos fumando, 
pero no pasa nada.
Seguimos haciéndolo mal, pero ya lo arreglaremos.

Nos miro, a todas,
todas 
más raras que nunca
más desconocidas que nunca
más enamoradas que en todos los inviernos en los que nunca nos pudimos ver los cuerpos.

Trasnochadas,
energicas
colgadas,
de un presente que es de todas y de ninguna de nosotras.

Nos miro,
gafas enredadas en el pelo
y marcas de dientes en los brazos.

Y se repite
casi que me mareo
doy vueltas sobre mi misma.

Repetimos,
mar.

Repetimos,
sudamos.

Repetimos,
solo una vez más que ya es Agosto y esto se termina,
una vez más,
inhala,
corre entre turistas como una lagartija de desierto poniendo ahora una pata, ahora la otra,
cuidado no te quemes,
fuma,
pero no demasiado,
aunque sí,
un poco más que en otoño.

Pero no pasa nada,
quizás es solo un espejismo
quizás sea solo un verano

quizás un dejavú.