dilluns, 10 d’octubre del 2016



Ayer lo anticipé, visualicé un temblor, 

'tiemblo, tiemblo, tiemblo' me dije a mi misma al meterme en la cama.
Un temblor de éxtasis, un temblor de delirio ritualístico, un temblor de estar poseída por un ente, un algo, un alguien, un hasta pronto, un temblor de mentiras, de nunca más, un temblor de baile chamanico, un tambor que golpea, golpea, golpea, golpea, tiemblo, tiemblo, tiemblo, me sacudo, sacudida de ojos en blanco, de canas vibrando, un pre-vómito de ayahuasca, de echar de menos esa nariz, y más sacudidas de dolor, sacudidas de pie, temblor de manos que casi no pueden acertar de vuelta ese cigarro en la boca de disgusto, mojada, mojado el tabaco, la cara, baba estirada del dedo que ha tocado los labios llorosos y se separa de a poco hacia la nada, una nada tan llena, tan llena de amor, tan llena de abrazos grandes, de cartas donde amo los cielos de Epuyen...me lo advertí.
No me se escuchar para nada, no me veo, no me veo, no me veo, así que me pongo de pie una y otra vez y me sacudo, me posee el miedo a nada, me domina la soledad, me llena lo negro y combulso, combulso sin parar.


Sin parar. 

Tengo ganas de notar el peso de mi hueso del dedo
verlo moverse debajo mi piel primero, 
como una suerte de embarazo,
casi transparente,
un feto chiquito
duro y esquelético.

Saberlo adentro de mi carne, 
ese huesito...tan pequeñito, 
lo lloro.

Lloro también su (mi) carne, tanto tacto,

carne tesoro.


Me doy la mano, 
nunca me había estrechado mi propia mano...

se siente tan bien.

Esa fuerza 
verdad.

Abrázate la mano 
verás lo distinto.

Y entre tanta carne, tanta historia en cada poro,
el cigarro se me pega al labio seco y me lo arranco despacio.

Duele.