
Esa mesa es de madera, redonda y no muy grande…tiene quemaduras en su superficie y manchas de una larga y seductora vida…
En ella duerme ahora una botella de vino blanco a medio beber que muere recordando los labios que la lamieron…una cerveza le hace compañía a medio camino entre dos vasos llenos aún de lo que fue un billete con destino al peligro más puro y mediocre que tanto buscaron una noche dos adolescentes con pretensiones artísticas…
Pero este conjunto de objetos con pasado etílico no tendría nada de especial si no estuviera acosado por un billete que en su único día de vida me dirigió a Nuremberg, a su lado suplica ser besada una entrada para el concierto de Tegan and Sara que aunque fue la culpable que me fundiera los ojos en Londres hace poco más de un mes, supo teletransportarme a la abstracción más sensual y inesperada que jamás experimenté…a su lado reposa una vieja T10 sin la cual no hubiera llegado al monte zion la ultima noche de este Julio pegajoso, confuso, vital y simbiótico.
Y no quiero ver más que eso…miro y miro esa mesa.
Me obsesiono con la vida que hay en ella…
Desvío un segundo la mirada y me veo a mi reflejada en la ventana y iluminada igual que esa mesa.Esa misma luz que antes me hablaba a mi, ahora le cuenta al aire de esa habitación cerrada todo lo sucedido…todo lo que ha pasado por mis mejillas, a los cigarros que mis labios se entregaron esa noche, todas mis sonrisas que acompañaron de la mano a una mentira…cuánto, cómo y porque se movió cada uno de mis pelos capilares, el cuándo y dónde me hice el tatuaje que invita a entrar en mi camiseta que corté por la espalda y los laterales dejando así un trocito de mi cuerpo desnudamente visible para el mundo…mis costillas me asustan cuando observo detenidamente como hacen mover a la piel…y en el preciso momento en que me fijo como se hinchan estas al yo inhalar la ultima calada de ese moribundo cigarro que tengo entre las manos…alguien sopla la vela.
Oscuridad...creo que me enamoré de ti hoy…no me asfixies por favor.
En ella duerme ahora una botella de vino blanco a medio beber que muere recordando los labios que la lamieron…una cerveza le hace compañía a medio camino entre dos vasos llenos aún de lo que fue un billete con destino al peligro más puro y mediocre que tanto buscaron una noche dos adolescentes con pretensiones artísticas…
Pero este conjunto de objetos con pasado etílico no tendría nada de especial si no estuviera acosado por un billete que en su único día de vida me dirigió a Nuremberg, a su lado suplica ser besada una entrada para el concierto de Tegan and Sara que aunque fue la culpable que me fundiera los ojos en Londres hace poco más de un mes, supo teletransportarme a la abstracción más sensual y inesperada que jamás experimenté…a su lado reposa una vieja T10 sin la cual no hubiera llegado al monte zion la ultima noche de este Julio pegajoso, confuso, vital y simbiótico.
Y no quiero ver más que eso…miro y miro esa mesa.
Me obsesiono con la vida que hay en ella…
Desvío un segundo la mirada y me veo a mi reflejada en la ventana y iluminada igual que esa mesa.Esa misma luz que antes me hablaba a mi, ahora le cuenta al aire de esa habitación cerrada todo lo sucedido…todo lo que ha pasado por mis mejillas, a los cigarros que mis labios se entregaron esa noche, todas mis sonrisas que acompañaron de la mano a una mentira…cuánto, cómo y porque se movió cada uno de mis pelos capilares, el cuándo y dónde me hice el tatuaje que invita a entrar en mi camiseta que corté por la espalda y los laterales dejando así un trocito de mi cuerpo desnudamente visible para el mundo…mis costillas me asustan cuando observo detenidamente como hacen mover a la piel…y en el preciso momento en que me fijo como se hinchan estas al yo inhalar la ultima calada de ese moribundo cigarro que tengo entre las manos…alguien sopla la vela.
Oscuridad...creo que me enamoré de ti hoy…no me asfixies por favor.
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